PATAGONIA
LOS GLACIARES Y TORRES DEL PAINE
Diciembre 2007
Mis amigas y yo queríamos cerrar el inventario de nuestras excursiones del año con otra diferente para nosotras, impactante , así que planificamos irnos al centro del hielo en Argentina, a La Patagonia. Disfrutamos con nuestras familias de la nochebuena del 24 y después de unos días partimos desde Maiquetía a la ciudad de Buenos Aires. En el aeropuerto Internacional Ezeiza ya nos esperaban con sendos carteles con nuestros nombres los chóferes que nos trasladarían al hotel reservado en el centro de la capital. Dos días estuvimos allí y aunque yo ya había estado dos veces anteriormente, me divirtió servir de cicerone a mis amigas, recorriendo los lugares turísticos usuales, como la Av. Corrientes con su alto obelisco, la plaza de las madres de mayo, la Casa Rosada , plaza de San Martín con una estatua monumental de grande de éste prócer y no podía faltar el sector de La Recoleta donde fuimos al cementerio a ver las tumbas de Gardel y de Eva Perón, aprovechando de hacer algunas compritas en sus Centros Comerciales muy modernos y bien surtidos. El día 29 nos fue a buscar nuestro transporte para llevarnos al aeropuerto doméstico Jorge Newberry donde tomaríamos un avión con destino a la ciudad de El Calafate. Fue un viaje tranquilo de varias horas. Pronto a aterrizar desde la ventanilla del avión, pude divisar extensas zonas de tierra agreste de color marrón y ocre con poco de verde y la larga huella de una carretera que serpenteando en ella se extendía en el horizonte.
Esa noche la cena de bienvenida por parte de nuestros anfitriones fue en un restaurante a 1 km de distancia del hostal a donde fuimos caminando. Comprobé el choque brusco de la temperatura al salir del ambiente calientito del hostal al frío brutal helado de la calle, el fuerte viento en ráfagas me hizo “bambolear” varias veces. Susto, no quise ni pensar como sería en la montaña. El restaurante construido en madera era acogedor y desde sus ventanales amplios de cristal, se divisaba parte del Lago Argentino. Fue una cena cordial donde nos presentamos unos a otros y entre diversas edades y varias nacionalidades sumábamos 18 personas.
Al otro día desayunamos en “El punto de encuentro”, un pequeño restaurante ubicado dentro de los predios del hostal. Para mi sorpresa toda la comida era bastante diferente a lo que acostumbraba: Medias lunas (pan dulce con esa forma), mermelada , dulce de leche, manteca (mantequilla), y café con leche, que nunca pude hacerlo llegar a mi gusto. Pero es así, “donde fueres come lo que hubiere”.
Luego del desayuno nos dirigimos en bus a El Chaltén, un pequeño y pintoresco pueblo cordillerano al pié del Cerro Fitz Roy, recorrimos unos 220 kms a través de la estepa patagónica. Ésta es un ambiente árido, la vegetación está compuesta de plantas adaptadas a condiciones de escasa humedad y fuertes vientos.
En una vuelta del camino. Nos encontramos de pronto con una hermosísima visión de montañas nevadas y hasta un glaciar. Ya estamos en territorio del Parque Nacional Los Glaciares, a lo lejos diviso las casitas del pueblo El Chaltén.
Nos detenemos en el Centro de Visitantes de Imparques, acá los guardaparques nos dictan una interesante charla informativa de recomendaciones e instrucciones relacionada a nuestra permanencia en el parque, nos entregan folletos y bolsas plásticas para la basura. Seguimos nuestro recorrido hasta llegar a otro hostal, conocemos a quien será nuestro guía: Juan Pablo, almorzamos y oímos sus instrucciones. Dejaremos aquí parte de nuestro equipaje y ya listos llevándonos solamente lo indispensable para tres días de marcha durante los cuales nos alojaremos en campamentos, comenzamos nuestra caminata.
Una muy pequeña biblioteca en una mesa de la tienda comedor, encontré en ella una joya de libro, su título “El último aliento” autor Meter Stark, Editorial Planeta,cuya lectura amena e interesante consumió todas las pilas de mi linterna en varias horas. Se lo recomiendo a quien le guste este género de deporte extremo. Esa noche era 31 de diciembre, nuestra cena fue bastante divertida ya que había que celebrar la partida del año viejo y la entrada del nuevo.
Por la mañana rodeamos la laguna Capri y seguimos el sendero que corre por el Valle de las lagunas Madre e Hija. Atravesamos un espeso bosque, zona de transición (ecotono) en la que se encuentran especies típicas del bosque conviviendo con otras características de la estepa. Grupos de Ñires y Lengas (árboles) se intercalan entre matorrales de Calafate (fruto dulce pequeño y de color con sabor a mora, quien lo come seguro regresa a la región) comí muchos. Tuve la suerte de ver y oír el canto de un Pitio, pájaro carpintero. Bajamos al Valle del Cerro Torre por donde corre el río Fitz Roy que remontamos hasta su nacimiento en la Laguna Torre. En ella observamos un iceberg traslúcido desprendido del glaciar y una pareja de paticos nadando en las frígidas aguas. Caía la nieve en copos pequeños. El escenario lo completaba el impresionante grupo de agujas de Cerro Torre con sus 3.128 metros de altitud. Hicimos campamento en las orillas de la Laguna Torre.
Por la mañana recorrimos la cercanía de la laguna con vistas del Cerro Solo y el glaciar Adela. Algunos compañeros extendieron la excursión pasando el brioso y gélido río colgados de una tirolina e incorporando el uso de grampones a sus botas, se disponían a caminar sobre el glaciar del cerro y acceder a vistas más cercanas de las paredes verticales de éste. No me atreví a tamaña hazaña, no creo tener afinidad con las focas .
Ya en El Chaltén y teniendo éste día libre optamos por contratar una excursión particular esta vez al Glaciar Viedma el más grande de Argentina. Muy temprano en la mañana nos fueron a buscar en una camioneta que ya traía otros pasajeros, nos llevaron al puerto de embarque a la orilla del Lago Viedma ya que sólo navegando se puede acceder al glaciar. Nos bebimos un café caliente y con nuestros pases en la mano subimos al catamarán que en 45 minutos nos trasladó hasta las orillas del glaciar. Desembarcamos con precaución en un promontorio que forma una morrena rocosa frente al mismo, cuidadosamente subimos por las resbalosas rocas y al término de ellas, cosa de 20 minutos, el guía nos explicó las directrices para la travesía sobre el hielo, nos colocamos los grampones y en fila comenzamos la ascensión que duró 2 horas y media sobre el fantástico glaciar pasando entre sumideros, grietas y cuevas. Casi al término de la caminata nos sentamos en heladas piedras sobre la fría nieve y nos fue ofrecido por parte de los organizadores de la travesía, sendos tragos de un rico y dulce licor, brindando por nuestra travesía, sin caídas ni sorpresas desagradables.
Algunos precavidos habían llevado consigo en sus mochilas el almuerzo, los que no, como yo, tuvimos que almorzar en el barco que también resultó divertido. Mientras navegábamos de vuelta, el hermoso paisaje me impulsó a subir a la cubierta sin embargo el frío y los vientos eran tan fuertes, que hube de regresar pronto a la calientica cabina. En la tarde regresamos al Chaltén.
Al otro día luego del desayuno salimos en bus hacia la provincia de Magallanes, área donde se encuentra el glaciar Perito Moreno, éste turístico sitio se ha acondicionado con servicios y restaurantes de forma tal que realizando cortas caminatas bajando y subiendo escaleras de madera, podemos apreciar el Canal de los Témpanos y obtener vistas hermosas, lo vemos en su totalidad de altura. Regularmente hay rupturas de pequeños y grandes bloques de hielo que se desprenden de las paredes frontales de más de 60 metros de altura. Disfruté sacando fotografías. Al atardecer regresamos al Calafate.
Siendo verano no nos dábamos cuenta del pasar de las horas, eran las 10.30 p.m. y todavía el sol brillaba, para comprobarlo tomé algunas fotos. Hambrientas por todas las energías consumidas ese día, sin sueño ni cansancio recorrimos la ciudad en busca de un restaurante con comida típica, pero nos fue difícil hallarlo porque todo tiene que ser con reserva. Sin embargo subimos una colina donde se vislumbraba una casa hermosa, hasta allá llegamos y resultó ser un restaurante acogedor y apacible, cuya dueña con gentileza nos dio la bienvenida, con la hermosa vista del lago Argentino, la suave calefacción, la atención delicada de la mesera, la exquisita comida y el generoso vino artesanal de la zona, fueron el marco para un delicioso banquete especial de guerreras.
Al día siguiente después de desayunar salimos con todos nuestros bártulos de Calafate a través de una carretera de bellas vistas de la estepa patagónica, vimos grupos o solitarios guanacos pequeños o grandes no son nada tímidos, más bien altaneros de andar elegante, se dejan fotografíar. Una tranquila águila mora en apacible vuelo. A las 4 horas de recorrido llegamos a “Cancha Carrera” cruce de la frontera entre Argentina y Chile, donde hubimos de presentar nuestras credenciales y aceptar la revisión de nuestro equipaje. Al continuar nuestra marcha ingresamos ahora al Parque Nacional Torres del Paine (patrimonio de la humanidad nombrado por la Unesco , región de Magallanes y Antártica Chilena, declarado Reserva de Biosfera también por la Unesco el 28.4.78 con superficie de 181.414 ha-) El macizo del Paine conforma un pequeño sistema montañoso independiente de los Andes Patagónicos, el último episodio glacial más el clima que sigue erosionando la roca ha esculpido el macizo en forma impresionante como se ve hoy.
Presenta una infraestructura para la realización de diferentes actividades recreativas, se destaca el excursionismo para lo cual cuenta con 200 km de senderos distribuidos en diferentes áreas, allí se descubre y visita las maravillas que encontramos en varios valles. Durante el trayecto vimos panoramas del Lago Nordenskjold, nos bajamos a la orilla de la Laguna Amarga de aguas salobres donde encontramos un pequeño zorrillo de pelaje amarillento, los cuernos del Paine (montañas nevadas), nuestro guía también nos llevó a ver una hermosa cascada: “El Salto Grande” entramos por una desviación de la carretera, seguimos caminando un angosto caminito bordeando el lago y la vimos de muy cerca en un mirador resguardado por barandas, con bastante fuerza cae el agua desde lo alto, proseguimos caminando más adentro hacia la montaña hasta un mirador ubicado en una colina no muy alta pero desde donde se ven “Los Cuernos del Paine” en primera fila, una vista excelente y afortunadamente estaba todo despejado así que disfrutamos hasta “el piquito” de ellas, pasado un buen rato nos dirigimos hasta el lago Pehoé donde está nuestro nuevo campamento.
Descendemos por el mismo camino bordeando el Lago Skottberc y llegando al nuevo campamento junto al Refugio Pehoé. Fueron 7 horas de camino.
Este nuevo día lo dedicamos a visitar el Valle del Lago Grey y el imponente glacial del mismo nombre, desandando el Campo de Hielo Patagónico cae al lago en su extremo norte, entre bosques de lengas y morrenas. Éste lago de aguas grises se caracteriza porque en él caen continuamente témpanos azules que navegan por el viento rumbo sur.
El sendero que seguimos nos lleva a un impresionante glaciar y las montañas que emergen al oeste del Campo de Hielo, continuando ahora estamos en otro mirador justo enfrente del glaciar, todo ello caminando a través de matorral andino y bosques de lengas a la sombra de imponentes hongos de hielo que tapizan la cumbre del Paine Grande, por cuyas faldas caminamos por 8 horas y al final del día cruzamos de nuevo en barco el Lago Pehoé para después subirnos a nuestro bus y que nos trasladasen al nuevo alojamiento en hostal en Puerto Natales.
Al llegar a El Calafate nos trasladamos a nuestro alojamiento utilizando el resto del día en recorrer la moderna, dinámica y simpática ciudad, haciendo algunas compras. En la noche todos los que quedamos, incluyendo guía, coordinador y chofer, nos reunimos en un restaurante local para despedirnos degustando una deliciosa cena.
Al otro día nos fueron a buscar a mis amigas y yo para trasladarnos al aeropuerto de El Calafate y de allí a Buenos Aires. Ya en la capital en el mismo hotel donde llegamos originalmente y dejado parte de nuestro equipaje, nos deleitamos muchísimo tiempo bañándonos con agua caliente y espumoso y oloroso jabón de tocador. ¡Que delicia, la civilización!, aseadítas y perfumadas salimos a recorrer la ciudad y a cenar en un restaurante típico donde la especialidad es la parrilla argentina con cordero, mientras comíamos disfrutamos del show que un cantor arrabalero y dos parejas de tango ofrecían a los comensales.
Con nuestras maletas en el aeropuerto internacional, se nos empañó un poco nuestra alegría ya que por motivos de huelga del personal de la aerolínea, los vuelos estaban atrasados o suspendidos, así felizmente, sólo porque a ellos les favorecía el armar revuelo ante la opinión pública para su causa. Debíamos estar en Caracas el viernes 11 y llegamos el domingo 13. Pero no importa éste desagradable incidente no bastó para borrar de nuestras mentes todo lo visto, admirado y vivido durante estos días pasados. Increíbles, extraños y maravillosos paisajes, congeniando con lugareños amables y cordiales, entre frío, nieve, vientos, ríos, lagos, montañas, estepas, bosques y glaciares y la inmensa satisfacción de compartirlo entre amigos.
Edilia C. de Borges
Fotografías: Juana Frontera de Fogel
Texto: Edilia C. de Borges